Hello everybody!! Ha pasado mogollón de tiempo desde la última vez que escribí, pero "I'm back". Bueno esta aventura tiene la peculiaridad de que no la emprendo yo sola, esta vez traigo acompañantes a mi viaje. Me acompañan mis amigos Miguel y Lola, y mi futuro esposo sueco, Peter. Hemos decidido pasar las fiestas en Estados Unidos, así que el pasado día 15 de diciembre empezamos nuestro viaje, volamos desde Málaga con la TAP con escala en Lisboa. Comencé mi viaje como debe ser, poniéndome cremas caras y perfumándome, para disgusto de Peter, que siempre tiene la sensación de que vamos a perder el avión, pero yo, que lo tengo todo controlado, le demostré una vez más que da tiempo a maquillarse, pasar por el tax free y por la cafetería, y laún así legar a tiempo al avión.
El vuelo fue bien, el de Málaga a Lisboa era más bien una avioneta, pero el que nos llevó a NY era bastante amplio (airbus A330), y tenía una amplia selección de pelis, acabé viendo Madame, una peli de Harvey Keitel y Rossy de Palma, una pareja que nunca hubiese creído ver junta en una película, pero sorpresas te da la vida.
Llegamos a JFK ya anochecido, para entrar pasamos por el control, en teoría con el pasaporte electrónico y el ESTA va bien para entrar, pero al hacer la confirmación de datos, me salió error, así que tuvimos que ponernos en la cola de inmigración. Al llegar, un policía muy amable, me hizo las típicas preguntas de dónde te vas a quedar, para qué vienes, cuánto tiempo, etc. El caso es que a pesar de contestar todo, el amable policía me dijo que mi nombre coincidía con el de una alguien que había cruzado la frontera ilegalmente la semana anterior, yo la verdad es que no recordaba ese episodio en mi vida, pero como últimamente tengo la memoria tan mal, no me atreví a poner la mano en el fuego por mi. El caso es que me llevaron al cuartillo y allí coincidí con un tal Miguel y un piloto de rasgos árabes, revisaron mis datos y creo que se dieron cuenta que la única frontera que había pasado la semana anterior fue la del PTA en Malaga.
Por fin nos dejaron pasar y allí estaban nuestros amigos esperándonos. Cogimos los bártulos y nos fuimos para Brooklyn, teníamos reserva en La Quinta Inn. Al salir a la calle nos dio un golpe de frío que casi nos quedamos congelados. Al llegar a la zona, muertos de frío, de hambre y de cansancio, vimos un food truck de tacos y allí que fuimos flechados a comprarnos unos burritos. El hotel no estaba mal, aunque las puertas eran metálicas y daban sensación de entrar en una nevera en lugar de en una habitación. Como estábamos tan cansados, solo tuvimos tiempo a cenar y dormir.
A la mañana siguiente, después de un contundente desayuno con café aguado y "homemade" gofres, nos fuimos de paseo a la nevada Brooklyn, como era la primera vez de nuestros amigos ellos lo vivieron con mayor intensidad. Acabamos almorzando en un food court, donde también había un Century 21, creo que se llamaba City Point, de allí nos dimos un paseo a Brooklyn bridge y pudimos saborear un poco en la lejanía de Manhattan, pero tuvimos que volver pronto para coger el avión a Las Vegas. Tuvimos una suerte espectacular y cogimos al taxista más peculiar de Brooklyn, no era un yellow cab, puede que ese fuese el error, el caso es que el taxi parecía que se había hundido en el rio Hudson y tal y como lo habían sacado lo habían puesto en funcionamiento, aparte de las manchas de humedad, había mugre por todas partes. El conductor que tenía pinta de ser de la India o Pakistan, era algo parco en palabras, a pesar de que nuestro amigo Migue, que es muy sociable, intentó sacarle conversación en varias ocasiones, no hubo forma de que dijese más de dos palabras seguidas, ni siquiera al preguntarle si le gustaba el futbol, su contestación fue un "no, me gusta el criquet". El hombre además a cada rato iba hablando por su móvil con alguien de su país, la cosa empeoró cuando en un semáforo el hombre se quedó dormido y Migue tuvo que darle varios toques en el brazo para despertarlo, y no solo paso una vez, hasta cuatro veces!! y encima cada vez que se despertaba empezaba a pitar y correr como si tuviese prisa, tanta prisa le entró que se saltó un semáforo en rojo y de repente se vio el flash de una foto, empezó a llevarse las manos a la cabeza ya decir mierda en su idioma ( o eso intuí yo), nos dijo que la multa por saltarse un semáforo eran 55 dólares, y la carrera iban a ser 50...Finalmente llegamos sanos y salvos al aeropuerto.
Hicimos el check-in con Delta en el aeropuerto y pusimos rumbo a Las Vegas, el vuelo de 6 horas fue un poco coñazo sobretodo porque había un niño en el avión, sentado detrás de Miguel y a nuestro lado que no paraba de gritar, saltar y básicamente incordiar a todos los pasajeros, y los padres no hacían mucho para calmarlo, creo que les superaba la situación. Ya sé que ser padre es complicado y que es mucho más lo que ganas al tenerlos que lo que pierdes, pero en situaciones con estas me alegro de tener hijos, nunca se sabe como te van a salir, y viendo cómo somos Peter y yo mejor no arriesgar.
El aeropuerto de Las Vegas es como llegar a un casino directamente, máquinas tragaperras por todos lados. Nuestra amiga se puso malísima, así que Peter y yo fuimos a coger la minivan que habíamos alquilado mientras ellos se iban en taxi para el hotel. La minivan estaba bastante bien, la alquilamos en Enterprise y por 10 dias nos salió por unos 200 dólares. Al salir del aeropuerto se nos cruzó delante un gato negro, espero que eso fuese un signo de buena suerte. La entrada en la ciudad fue espectacular, todas las luces y carteles, que me recordaban a la feria de Málaga, pero un poco más espectacular, solo faltaba la música de Hamburguesas Uranga.
El hotel donde nos quedamos fue Circus Circus, un hotel gigante y espectacular con parque de atracciones dentro. Estoy segura de que cuando se construyó o en la época dorada de Las Vegas tuvo que ser aún más impresionante, pero el paso del tiempo y la dejadez lo ha convertido en un hotel antiguo y mal cuidado, con un aire Kitsch, y que me recuerda al Torremolinos de los años 60.
Al día siguiente comenzamos nuestro road trip camino lago Tahoe. El camino desértico pero impresionante nos llevó por paisajes áridos y carreteras interminables. Pasamos por el Area 51, aunque no vimos a nigún alien pero sí nos llevamos unos souvenirs de recuerdo. La noche la pasamos en un motel en Howthorne, el pueblo no tenia nada, pero necesitábamos descansar, así que nos pareció buen sitio. Por la mañana fuimos al único café del pueblo que encontramos abierto, Mr
Beane's , a pesar de ser minúsculo el café estaba rico y el lugar tenía mucho encanto, y la muchacha que lo regentaba era muy amable. Lola y yo nos quedamos dentro porque hacía fresquito, pero los chicos se tomaron el café fuera y conocieron a Larry, un veterano muy agradable casado con una japonesa y que creo que vió el cielo abierto cuando encontró a gente nueva con la que hablar. Fue divertido conocer a Larry y que nos contara un poco de su vida.
El road trip continuó, llegamos al maravilloso lago Tahoe, con un cielo azul impresionante pero con la mala pata de que Miguel y Lola no lo pudieran disfrutar porque estaban los dos malísimos. A la salida del lago se nos cruzó un lobo, impresionantemente bonito. Ya anocheciendo llegamos a San Francisco, con la ciudad iluminada parecía una postal. Teníamos reserva en un motel el Civic Motor Inn, pero unas sábanas rotas y un tipo raro espiándonos por la ventana nos hicieron cambiar de hotel, nos fuimos entonces al lado de Union Sq, al Hotel Stratford, que estaba mejor situado y no había gente sospechosa. La ciudad me impresionó, aunque ya la conocía, me llama la atención su parecido con ciudades europeas, y esta vez que también era llamativo el olor a marihuana por todas partes, el gobierno de California legalizó el consumo de esta sustancia para fines recreativos, y la gente que la toma, que es muy generosa, quería que todo el mundo compartiese los efectos de felicidad. Así que inhalando los humos de felicidad disfrutamos de la ciudad de cuestas que desafían la gravedad. Paseamos y compramos por Chinatown, intentamos ir a La Roca, Alcatraz, pero los tickets estaban agotados y debimos reservar con antelación, paseamos por el puerto, nos montamos en un taxi-boat y finalmente cenamos en el barrio de Castro con un amigo músico de Miguel. Después de la cena nos fuimos a tomar una copa a un bar, y la entrada fue como estar en casa porque la música que sonaba era de Alaska.
Si algo me queda claro es que el mundo está lleno de similitudes, a veces viajar no hace más que recordarte los lugares o las personas que tienes más cerca de ti.
El vuelo fue bien, el de Málaga a Lisboa era más bien una avioneta, pero el que nos llevó a NY era bastante amplio (airbus A330), y tenía una amplia selección de pelis, acabé viendo Madame, una peli de Harvey Keitel y Rossy de Palma, una pareja que nunca hubiese creído ver junta en una película, pero sorpresas te da la vida.
Llegamos a JFK ya anochecido, para entrar pasamos por el control, en teoría con el pasaporte electrónico y el ESTA va bien para entrar, pero al hacer la confirmación de datos, me salió error, así que tuvimos que ponernos en la cola de inmigración. Al llegar, un policía muy amable, me hizo las típicas preguntas de dónde te vas a quedar, para qué vienes, cuánto tiempo, etc. El caso es que a pesar de contestar todo, el amable policía me dijo que mi nombre coincidía con el de una alguien que había cruzado la frontera ilegalmente la semana anterior, yo la verdad es que no recordaba ese episodio en mi vida, pero como últimamente tengo la memoria tan mal, no me atreví a poner la mano en el fuego por mi. El caso es que me llevaron al cuartillo y allí coincidí con un tal Miguel y un piloto de rasgos árabes, revisaron mis datos y creo que se dieron cuenta que la única frontera que había pasado la semana anterior fue la del PTA en Malaga.
Por fin nos dejaron pasar y allí estaban nuestros amigos esperándonos. Cogimos los bártulos y nos fuimos para Brooklyn, teníamos reserva en La Quinta Inn. Al salir a la calle nos dio un golpe de frío que casi nos quedamos congelados. Al llegar a la zona, muertos de frío, de hambre y de cansancio, vimos un food truck de tacos y allí que fuimos flechados a comprarnos unos burritos. El hotel no estaba mal, aunque las puertas eran metálicas y daban sensación de entrar en una nevera en lugar de en una habitación. Como estábamos tan cansados, solo tuvimos tiempo a cenar y dormir.
A la mañana siguiente, después de un contundente desayuno con café aguado y "homemade" gofres, nos fuimos de paseo a la nevada Brooklyn, como era la primera vez de nuestros amigos ellos lo vivieron con mayor intensidad. Acabamos almorzando en un food court, donde también había un Century 21, creo que se llamaba City Point, de allí nos dimos un paseo a Brooklyn bridge y pudimos saborear un poco en la lejanía de Manhattan, pero tuvimos que volver pronto para coger el avión a Las Vegas. Tuvimos una suerte espectacular y cogimos al taxista más peculiar de Brooklyn, no era un yellow cab, puede que ese fuese el error, el caso es que el taxi parecía que se había hundido en el rio Hudson y tal y como lo habían sacado lo habían puesto en funcionamiento, aparte de las manchas de humedad, había mugre por todas partes. El conductor que tenía pinta de ser de la India o Pakistan, era algo parco en palabras, a pesar de que nuestro amigo Migue, que es muy sociable, intentó sacarle conversación en varias ocasiones, no hubo forma de que dijese más de dos palabras seguidas, ni siquiera al preguntarle si le gustaba el futbol, su contestación fue un "no, me gusta el criquet". El hombre además a cada rato iba hablando por su móvil con alguien de su país, la cosa empeoró cuando en un semáforo el hombre se quedó dormido y Migue tuvo que darle varios toques en el brazo para despertarlo, y no solo paso una vez, hasta cuatro veces!! y encima cada vez que se despertaba empezaba a pitar y correr como si tuviese prisa, tanta prisa le entró que se saltó un semáforo en rojo y de repente se vio el flash de una foto, empezó a llevarse las manos a la cabeza ya decir mierda en su idioma ( o eso intuí yo), nos dijo que la multa por saltarse un semáforo eran 55 dólares, y la carrera iban a ser 50...Finalmente llegamos sanos y salvos al aeropuerto.
Hicimos el check-in con Delta en el aeropuerto y pusimos rumbo a Las Vegas, el vuelo de 6 horas fue un poco coñazo sobretodo porque había un niño en el avión, sentado detrás de Miguel y a nuestro lado que no paraba de gritar, saltar y básicamente incordiar a todos los pasajeros, y los padres no hacían mucho para calmarlo, creo que les superaba la situación. Ya sé que ser padre es complicado y que es mucho más lo que ganas al tenerlos que lo que pierdes, pero en situaciones con estas me alegro de tener hijos, nunca se sabe como te van a salir, y viendo cómo somos Peter y yo mejor no arriesgar.
El aeropuerto de Las Vegas es como llegar a un casino directamente, máquinas tragaperras por todos lados. Nuestra amiga se puso malísima, así que Peter y yo fuimos a coger la minivan que habíamos alquilado mientras ellos se iban en taxi para el hotel. La minivan estaba bastante bien, la alquilamos en Enterprise y por 10 dias nos salió por unos 200 dólares. Al salir del aeropuerto se nos cruzó delante un gato negro, espero que eso fuese un signo de buena suerte. La entrada en la ciudad fue espectacular, todas las luces y carteles, que me recordaban a la feria de Málaga, pero un poco más espectacular, solo faltaba la música de Hamburguesas Uranga.
El hotel donde nos quedamos fue Circus Circus, un hotel gigante y espectacular con parque de atracciones dentro. Estoy segura de que cuando se construyó o en la época dorada de Las Vegas tuvo que ser aún más impresionante, pero el paso del tiempo y la dejadez lo ha convertido en un hotel antiguo y mal cuidado, con un aire Kitsch, y que me recuerda al Torremolinos de los años 60.
Al día siguiente comenzamos nuestro road trip camino lago Tahoe. El camino desértico pero impresionante nos llevó por paisajes áridos y carreteras interminables. Pasamos por el Area 51, aunque no vimos a nigún alien pero sí nos llevamos unos souvenirs de recuerdo. La noche la pasamos en un motel en Howthorne, el pueblo no tenia nada, pero necesitábamos descansar, así que nos pareció buen sitio. Por la mañana fuimos al único café del pueblo que encontramos abierto, Mr
Beane's , a pesar de ser minúsculo el café estaba rico y el lugar tenía mucho encanto, y la muchacha que lo regentaba era muy amable. Lola y yo nos quedamos dentro porque hacía fresquito, pero los chicos se tomaron el café fuera y conocieron a Larry, un veterano muy agradable casado con una japonesa y que creo que vió el cielo abierto cuando encontró a gente nueva con la que hablar. Fue divertido conocer a Larry y que nos contara un poco de su vida.
El road trip continuó, llegamos al maravilloso lago Tahoe, con un cielo azul impresionante pero con la mala pata de que Miguel y Lola no lo pudieran disfrutar porque estaban los dos malísimos. A la salida del lago se nos cruzó un lobo, impresionantemente bonito. Ya anocheciendo llegamos a San Francisco, con la ciudad iluminada parecía una postal. Teníamos reserva en un motel el Civic Motor Inn, pero unas sábanas rotas y un tipo raro espiándonos por la ventana nos hicieron cambiar de hotel, nos fuimos entonces al lado de Union Sq, al Hotel Stratford, que estaba mejor situado y no había gente sospechosa. La ciudad me impresionó, aunque ya la conocía, me llama la atención su parecido con ciudades europeas, y esta vez que también era llamativo el olor a marihuana por todas partes, el gobierno de California legalizó el consumo de esta sustancia para fines recreativos, y la gente que la toma, que es muy generosa, quería que todo el mundo compartiese los efectos de felicidad. Así que inhalando los humos de felicidad disfrutamos de la ciudad de cuestas que desafían la gravedad. Paseamos y compramos por Chinatown, intentamos ir a La Roca, Alcatraz, pero los tickets estaban agotados y debimos reservar con antelación, paseamos por el puerto, nos montamos en un taxi-boat y finalmente cenamos en el barrio de Castro con un amigo músico de Miguel. Después de la cena nos fuimos a tomar una copa a un bar, y la entrada fue como estar en casa porque la música que sonaba era de Alaska.
Si algo me queda claro es que el mundo está lleno de similitudes, a veces viajar no hace más que recordarte los lugares o las personas que tienes más cerca de ti.